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martes, 1 de noviembre de 2011

Recordando a mi pueblo en este dia tan especial 1 de Noviembre "DIA DE LOS ANGELES" (Ángeles somos)


“Ángeles somos”, historias de pueblo que asoman a la ciudad

La fiesta que se celebra tradicionalmente en la fecha de la Solemnidad de Todos los Santos busca su lugar en las calles de Corrientes. Dos festejos paralelos hace que los chicos conozcan alegrías que vivieron sus abuelos.
NOV 2007 | La Región
“Ángeles somos, del cielo venimos...”, primeras palabras de un conocido cántico que ayer ya comenzó a escucharse en distintos puntos de la ciudad. Es que hoy se conmemora la tradicional fiesta de los angelitos, también llamada “Ángeles Somos, Ángeles Tomos”.
Es una fiesta tradicional que se conmemora el 1 de noviembre, fecha de la Solemnidad de Todos los Santos. Esta costumbre, que aún perdura en algunos pequeños pueblos del interior, consistía en que los niños se disfrazaran de angelitos, y recorrieran las casas intercambiando bendiciones por algún dulce. “Ángeles somos, del cielo venimos, trayendo regalos. Colación, colación, su bendición”; “Ángeles somos, ángeles somos, venimos a pedir colación y rogamos tu bendición”, “Ángeles somos, del cielo bajamos, pan queremos, ¿hay por quién rezar en la casa?”, distintos versos que los niños entonaban al tocar a las puertas de las casas. Los versos que se recitaban al visitar cada uno de los hogares varían de acuerdo con las costumbres del lugar, y muchas veces a las deformaciones propias de la transmisión a través de la tradición oral. Pero tenían en común dos elementos: las bendiciones y las golosinas o “colaciones”.
Dice también la tradición que algunas veces los bulliciosos chicos ofrecían serenatas de cánticos de distinto tipo, y que las primeras casas en ser visitadas eran aquellas en las que había fallecido un bebé o algún niño pequeño. La idea era que la presencia de angelitos podrían recordar a la familia que el infante que había fallecido hoy formaba parte de las huestes de ángeles del cielo, ayudándolos así a mitigar su dolor.
La tradicional fiesta para los niños, quienes recogen golosinas y las intercambian por bendiciones tiene muchísimos años. Si bien en localidades pequeñas todavía se conserva, en las ciudades más grandes apenas los abuelos recuerdan la emoción que les producía la llegada del 1 de noviembre.
“Me acuerdo que eran semanas preparando los disfraces, viendo que estuvieran limpios. Nos los probábamos a escondidas, porque mamás y abuelas nos prohibían tocarlos una vez que las túnicas estaban limpias y almidonadas”, relata Ramona González, una abuela de 80 años que se crió en la zona rural de Curuzú Cuatiá. “Había grupitos de chicos que se iban cruzando, tratábamos de no coincidir en las puertas que tocábamos para que la porción de golosinas no se redujera, porque a veces no había una cosa para cada uno si no que teníamos que compartir”, cuenta con un brillo especial en los ojos.
“El lugar ambicionado era el de director del grupo. Eran los chicos más grandes, que tenían la responsabilidad de cuidar a los más chicos, decidían qué puertas se golpeaban y eran también árbitros a la hora de definir cómo repartir las golosinas”, cuenta Ramona.
Al final de la jornada, los chicos se reunían en algún patio y hacían recuento de lo que habían juntado. Si había alguien que tenía más cosas y otros que tenían menos, los más grandes solían pedir al que más tenía que “donara” parte de sus cosas al que había sido menos favorecido. “Otras veces directamente juntábamos todos los dulces, y los repartíamos en partes iguales. Cuando no nos gustaba algo de lo que nos tocaba, lo cambiábamos por otras cosas”, cuenta la anciana. “A mi me encantaban los pastelitos de membrillo, y cambiaba bollos y caramelos, a veces en cantidades poco ventajosas, para tener mi golosina preferida”, recuerda.
Amelia, hermana de Ramona, recuerda que se comían todo lo que podían antes de que los padres los vieran. “Es que nos sacaban las cosas para racionarlas, pero igual terminábamos empachados”.
Amelia anhela esos tiempos de sana diversión, en los que “la fiesta iba de la mano de lo espiritual, y relacionado con los ángeles y santos, no como ahora que nos invaden brujas y calaveras, y el miedo es más importante que la alegría”. El trabajo para recuperar la tradición existe, sólo falta que la población se sume y aporte su granito de arena.

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